Los niños y las tareas domésticas

tareas domesticas ninosPara que los niños colaboren en las tareas del hogar, es tan importante fomentar su participación desde su más tierna infancia como ofrecerles buenos modelos paternos a los que imitar. Comienzan asumiendo obligaciones muy sencillas, pero, a medida que van creciendo, sus responsabilidades deben aumentar en número y dificultad.

A nadie le gustan las tareas del hogar. Cualquier persona prefiere emplear su tiempo en otro tipo de actividades. La intendencia de una casa es cosa de todos, incluso de los más pequeños, pero no siempre resulta fácil conseguir su colaboración. Por eso, es fundamental fomentar la participación de los chiquillos prácticamente desde que empiezan a andar y que cuenten con buenos modelos paternos.

Bebé y mamá

Los niños pueden empezar a ayudar en casa a partir de los 6 años, cuando comienzan la escolarización obligatoria y ya cuentan con otras obligaciones. Sus tareas tienen que ser adecuadas a su edad y a sus capacidades. Resulta muy típico ver a niños que con 7 u 8 años cuidan, en determinados momentos, a sus hermanos pequeños y eso no es adecuado, dice la especialista. A los niños se les pueden mandar pequeñas cosas mucho antes, a partir del año o año y medio, cuando aprenden a andar: Se les puede pedir que lleven las servilletas a la mesa, objetos que no entrañan peligro. Lógicamente, ellos todavía no llegan a dicho mueble, pero alguien les estará esperando para cogérselas y darles las gracias.

Todo aprendizaje se lleva a cabo por pasos. No se puede pedir a un niño de 6 ó 7 años que haga su cama, que pase el aspirador o que limpie el polvo. Sin embargo, sí puede recoger sus juguetes, colocar sus zapatos, meter sus cosas en la cartera… porque, a esa edad, al menos, deben ser responsables de sus cosas.

Los chiquillos comienzan realizando tareas muy simples. Después, a medida que van creciendo, éstas se van complicando y se les puede exigir más. No obstante, «no hay que aturullarles porque los niños no son máquinas que obedecen a todo. No deben vivir sus obligaciones como un castigo, sino como algo que forma parte de la convivencia. Deben entender que cada miembro de la familia tiene unas responsabilidades y que ellos deben hacer lo que en la medida de sus posibilidades pueden. De hecho, podrían responsabilizarse de muchas más cosas de las que creemos.

A veces los padres entran en crisis o «montan un drama» porque sus retoños protestan, se quejan o lloran cuando se les pide que hagan algo. Los críos llegan incluso a decir que es una injusticia. «A lo mejor son padres que no toleran la oposición de sus hijos o que piensen de forma diferente a ellos, que no sean dóciles en todo o que crean que, porque el niño se ha opuesto una vez, va a ser un díscolo, un rebelde o un desobediente sempiterno. Hay que tener cuidado porque, si el pequeño aprende que cada vez que se opone a algo exaspera al adulto, podrá utilizar esta actitud para ejercer un poder sobre él.

En ocasiones los pequeños quieren hacer valer sus propias iniciativas y de entrada se oponen, pero luego cumplen con su obligación. Otras veces, las pegas responden a un enfado infantil: «Como no me dejasteis ir al parque, no voy a tirar la basura». En estos casos, los padres deben decir: «Que te hayas enfadado no impide que cumplas con tus compromisos». También es aconsejable aclarar siempre las cosas: «¿Qué te pasa, a qué viene ahora decir que no lo haces?». Por último, cuando el pequeño dice que está cansado de hacer algo, se le puede contestar: «Hay cosas que aunque estés cansado hay que hacer», o «Vale, hoy lo haré yo, pero me debes una».

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