La estimulación temprana del bebé

estimular al bebeLa estimulación temprana es positiva siempre y cuando se combine con el desarrollo de las emociones y los afectos. Hoy la mayoría de las guarderías y escuelas infantiles utilizan estos métodos que persiguen fomentar las distintas habilidades de los más pequeños.

La estimulación temprana está de moda, a pesar de que en la mayoría de los casos no se sabe con certeza si valdrá de algo o es simplemente un invento moderno para padres empeñados en que sus hijos sean los más listos del mundo y dejen pronto los chupetes. La opinión más extendida es que se trata de una iniciativa positiva, pero se mantienen ciertas cautelas; no vale de nada estimular la memoria o realizar miles de ejercicios con piernas o brazos si no se consigue que el niño empiece a socializar, a integrarse en el entorno de la escuela infantil y a disfrutar con lo que se hace. En resumen, estas técnicas persiguen fomentar las habilidades mentales, físicas y afectivas de los niños a través de diferentes elementos: láminas, psicomotricidad, inglés…

Hoy se rechazan las prácticas tradicionales de estimulación creadas en Estados Unidos y basadas en la presentación sistemática de ilustraciones al niño con el fin exclusivo de aumentar su memoria y su capacidad mental. Estos métodos consiguen resultados espectaculares, pero poco interesantes desde la pedagogía actual, como explica el educador infantil Gerjo Pérez Meliá: «No es significativo que un chiquillo de 4 años sepa el nombre de todos los goyas que hay en el Museo del Prado o conozca todas las provincias de España. Con estos métodos es posible conseguirlo -yo lo he visto- porque el cerebro infantil es muy maleable, pero, ¿de qué nos sirve en realidad?».

La clave de estimulación precoz es no «machacar» un solo área de la inteligencia o de las habilidades. «Nosotros la entendemos en combinación con la inteligencia emocional. Si no, se queda coja. Además, partimos de que el niño es inteligente de por sí y de que la estimulación que vamos a proporcionarle nos va a servir para formar a un ser humano completo, maduro emocionalmente», señala la psicóloga Esther Díaz Moreno.

El inglés, por ejemplo, es una de las disciplinas que se empieza por imponer desde la cuna, aunque, lógicamente, sólo desde el punto de vista fonético. La musicalidad de la lengua cala en los oídos de los niños a través de canciones y nanas, de las que muy probablemente no tendrán noción cuando crezcan, pero que han empezado a modelar sus sentidos para que sean receptivos al idioma. También los masajes son efectivos en los más pequeños: les relajan y les hacen más llevadera la vida en la cuna. A partir de los seis meses se les empieza a sacar de ella para realizar actividades en el suelo; comienzan los ejercicios de gateo o de fortalecimiento de la espalda, a la vez que se refuerzan los estímulos sensoriales, que a veces pueden descubrir alguna sorpresa desagradable. «Una de las virtudes de estos métodos es que se puede llegar a detectar defectos sensoriales (sorderas o cegueras parciales) o en el aparato motor de los niños. Su remedio es mucho más efectivo si conocemos su existencia pronto», indica Esther Díaz.

En chavales más mayores se trabaja especialmente con el juego dramático -aquel que «aguijonea» la imaginación de los niños a partir de materiales como telas, cacharros o maderas- y también mejorando la psicomotricidad. Entran en escena los nuevos materiales didácticos, como las piscinas de bolas y los rulos o gusanos en los que los chiquillos pueden reptar y realizar todo tipo de movimientos.

En el caso de los niños con problemas, la estimulación es un arma imprescindible para los especialistas. En prematuros, por ejemplo, logra que los pequeños regulen su estado emocional y les prepara para la marcha al hogar; un acontecimiento que puede ser traumático para un bebé que ha estado expuesto a la luz constante y al trajín de los análisis, los tubos y los catéteres. En el hospital de La Paz de Madrid existe un programa de estimulación temprana en el Servicio de Neonatología para realizar un seguimiento de todos los pequeños y sus familias. Según la psicopedagoga que realiza el proyecto, Belén Sáez Rico, los estímulos son fundamentales para ayudar a estos niños, que pueden ser demasiado pasivos o excesivamente irritables. También los padres deben conocer y participar en el proceso, así como el resto del personal sanitario. Una vez en el hogar, hay que evitar el bombardeo de estímulos, aunque el niño haya estado varios meses recluido en la incubadora. «El equilibrio emocional de los padres es otro de los objetivos del plan. El vínculo físico con su hijo -cuenta la especialista- se rompe en gran medida por el obstáculo que impone la incubadora; es imprescindible enseñarles a afrontar el problema».

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